13 de marzo de 2014

Se publica por primera vez en español la obra completa de Pedro Páez "Historia de Etiopía"


Hoy ha salido en ABC una buena noticia sobre el legado de Pedro Páez Jaramillo, el jesuita español que fue el primer europeo en ver las fuentes del Nilo Azul (Abbay, en amhárico). Bien merecedor de una (o varias) entradas en este blog, de momento sólo podemos felicitarnos porque su excepcional História da Etiópia, editada originalmente en portugués -no hay que olvidar que Páez formaba parte de una expedición jesuítica que partió de la colonia de Goa, un enclave portugués en la India- ha sido finalmente editada íntegramente en español.
Portada del libro
No es el primer intento de publicación de esta obra, olvidada durante siglos hasta que Javier Reverte la utilizase para narrar la historia de Páez en su libro Dios, el diablo y la aventura. En 2009, la Fundación El Legado Andalusí intentó sacar una edición bastante asequible de precio de la magna obra de Páez; sin embargo, sólo se llegó a publicar el primer volumen, que contenía los dos primeros libros. Faltaban, pues, el resto de libros (III y IV) que, sin embargo, nunca salieron a la luz por los recortes de la crisis. 

A falta de poder revisar el libro, sea como fuere es una noticia espléndida para los maltrechos estudios etiópicos en particular, y para el africanismo español en general. Para poder desarrollar correctamente ambas disciplinas, es importante disponer de materiales traducidos que faciliten la creación de nuevos trabajos científicos. El libro puede adquirirse en la página web de la editorial, o en Amazon a partir del 17 de marzo.

Debemos felicitar a Ediciones del Viento, la empresa que se ha decidido a publicarlo, y a la autora, la traductora Juana Inarejos, por apostar por un campo de estudios por el que pocos darían la cara. Que sea enhorabuena.

Historia de Pedro Páez, el español que llegó en 1613 a las fuentes del Nilo Azul

Lea la noticia en ABC.

Entre los cientos de exploradores y aventureros que la historia de España puede mostrar con orgullo, pocos son comparables a Pedro Páez, un misionero jesuita, madrileño por el mundo en el siglo XVII, nacido en 1564 en la pequeña localidad de Olmeda de las Fuentes. Fue el primer europeo en beber café y documentarlo, el primer occidental en llegar a las fuentes del Nilo Azul (ni siquiera hemos defendido este logro suyo frente a lo que dice la historia oficial, que concede el «descubrimiento», cómo no, a un anglosajón, James Bruce, que llegó al mismo lugar 152 años más tarde) y el primero en muchas más cosas.

Da que pensar que aquel adelantado que llegó a las fuentes del Nilo Azul hallara también allí manantiales para tanto olvido, puesto que hemos oído hablar tan poco de sus logros. Solo recientemente ha sido reivindicado en toda su dimensión, por escritores como Javier Reverte, que lo descubrió casi por casualidad y narró su historia en el libro «Dios, el Diablo y la aventura». Uno de los datos más elocuentes de lo lejos que hemos estado de hacer justicia a su memoria es que la gran obra de Páez estaba inédita en español. La «Historia de Etiopía», libro germinal para la literatura científica e histórica, permanece con una vigencia intacta porque lo escribió un hombre de honda cultura y afán incansable de contrastar la verdad.

Así lo recuerda Javier Reverte, en una conversación con ABC: «Los ingleses lo valoran como un antecedente de Darwin porque es un libro de alto contenido científico. Dice el propio Pedro Páez en el prólogo del libro que ningún dato de los que aparecen es invención, sino que, o bien lo ha visto, o bien lo ha preguntado a dos o tres personas al menos. Sus fuentes son absolutamente comprobadas, y hay que pensar lo que era eso en 1620, todo un antecedente del periodismo y la ciencia modernos».

Pero, ¿cómo llegó a Etiopía este jesuita intrépido? Todo en su vida es aventura, algo que le llevaría a un cautiverio cervantino. Nacido, como decíamos en Olmeda de las Fuentes (llamado Olmeda de las Cebollas en el siglo XVI), estudió en Coimbra, cuando Felipe II había aunado las Coronas portuguesa y española. Allí ingresó en la Compañía de Jesús. Pronto destacó por su gran cultura y espíritu, así como por su talento para los idiomas.

Vendido como esclavo

A medida que el imperio crecía con nuevos horizontes, un «ejército» de misioneros era enviado para la evangelización de las nuevas tierras. En ese contexto Páez viajó a Goa, en la India. El destino que ya nunca le permitió regresar a España le tenía preparada una revuelta grave e inesperada. Desde Goa partió hacia Etiopía, acompañado del padre Antonio de Montserrat, pero en el camino ambos fueron capturados por los árabes. Inmediatamente fueron vendidos como esclavos a los turcos y permanecieron cautivos casi siete interminables años.

Primero fueron galeotes de la armada turca, dos espíritus refinados jugándose la vida en cada embate de remos. Luego atravesaron a pie la desolación de lo que hoy es Yemen y Arabia Saudí, por desiertos de los que hasta entonces nadie había oído hablar en Occidente y que tardaría en pisar otro europeo. Arrastraban pesadas cadenas por las arenas ardientes y se escondían en subterráneos que el sol recalentaba como hornos. Las insolaciones les producían delirios y minaban su salud.

Los espías de Felipe II

Felipe II tuvo noticia de este cautiverio -España poseía buenísimos espías además de exploradores- y ordenó que fueran rescatados. Volvieron a Goa, aunque Antonio de Montserrat murió al poco de regresar. Páez jamás se rendiría y decidió volver a Etiopía después de todo. Allí realizó su obra evangélica y científica. Empezó poco a poco, debatiendo con teólogos coptos ortodoxos, y acabó convirtiendo al catolicismo a dos emperadores con oficio prudente y con la política de aprender de los habitantes. Etiopía era el único país de áfrica con lengua escrita, el amárico y con otro idioma antiguo, como nuestro latín, que era el ge’ez. Y por si fuera poco sumar esos dos idiomas a todos los que hablaba, desde el árabe al turco y el latín, se convirtió en constructor de palacios platerescos, prudente consejero...

«Páez había visto un libro de un franciscano que hablaba de Etiopía mentando unicornios y fantasías, y contestó con su gran obra de cuatro tomos, que hizo como información fidedigna para los jesuitas», relata Javier Reverte. Se copió la obra y quedó un ejemplar en el Vaticano y otro en la Universidad de Braga, hasta la edición portuguesa de 1945. Hoy, Eduardo Riestra, de Ediciones del Viento, ha puesto fin a este olvido sobre un hombre que, según Reverte, «si fuera inglés sería un mito, como Livinston, y es parte de nuestra historia, un gran hito de la exploración y una figura histórica intocable».

Páez era un hombre de gran humildad, que conservó incluso mientras caminaba entre reyes. Al ver las fuentes del Nilo Azul escribió: «Y confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el gran Alejandro y el famoso Julio César». En su historia reproduce, por ejemplo, la afectuosa correspondencia entre Felipe II y el emperador etíope, al que pedía el mejor trato para los misioneros que habían convertido un nuevo reino al catolicismo.

Páez está enterrado entre las ruinas de su palacio, que son las de su tiempo. Su obra acaba de cobrar vida para los lectores españoles. Con casos como este en España descubrimos que no es la envidia nuestro pecado nacional, sino el olvido.

2 comentarios:

  1. Hermoso relato del Explorador Evangelista Pedro Paez...Gracias Don Mario Lozano por su excelente descripción. Le saludo desde México y le invito a ver imágenes y criptogramas en la Sabana Santa en www.lienzosanto.com

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  2. Muchas gracias, Francisco, por sus amables palabras. Visitaré gustoso su página.

    Un saludo.

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