23 de marzo de 2014

Materiales para el estudio de las lenguas etíopes - Nº 1: Selam! Learn Amharic


Comenzamos aquí una serie de post dedicados a libros que pueden ser empleados para el aprendizaje de las distintas lenguas etíopes, si bien nos centraremos en las semíticas (amhárico, tigriña, tigré y harari) por ser las empleadas en la zona del Altiplano. Pese a esto, también ofreceremos con el tiempo bibliografía para el oromo y el somalí, lenguas cuyo uso está muy extendido por el sur y el este del país.

El libro que recomendamos es un breve manual para el aprendizaje del amhárico, la lengua oficial de Etiopía, escrita por un profesor nativo, Dawit Lambebo.

Sus dimensiones son modestas: mide 14x20 cm y tiene 142 páginas, pero en ellas el alumno puede aprender las nociones básicas del lenguaje. Se trata, por lo tanto, de un excelente librito de iniciación a una lengua que es muy complicada para un occidental, ya que además de tener que memorizar un silabario con más 200 caracteres, hay que acostumbrarse a su peculiar fonología. A pesar de formar parte de la familia de lenguas semíticas, el amhárico se diferencia en muchos aspectos del hebreo y del árabe, si bien tener un conocimiento de estas lenguas nos puede ayudar en su aprendizaje.

El profesor Lambebo ha dividido su curso en doce lecciones donde, además de aspectos gramaticales fundamentales, se enseña lo elemental para salir airoso de cualquier situación cotidiana de Etiopía: saludos, presentaciones, direcciones, desplazamientos, salidas a comer, llamadas telefónicas, etc.

Es de destacar que todas las frases aparecen transcritas tanto en caracteres ge'ez como en latinos, lo que facilita notoriamente el aprendizaje del silabario. También se incluye un cd con grabaciones de algunos de los diálogos.

Resumen

A favor: la notoria experiencia del autor en la enseñanza del amhárico, especialmente en Facebook, donde aún se pueden encontrar muchos de los posts que elaboró y colgó gratuitamente. Recomendamos plenamente este libro.

En contra: que está en inglés, lo que exige unos conocimientos medios de esta lengua para poder seguir las lecciones.

Dónde encontrarlo

En Amazon, en este enlace. (ACTUALMENTE AGOTADO). Impreso por Rehobot Printers, se puede contactar con la editora, Helen Papworth, en el siguiente email: helenpapworth@gmail.com

14 de marzo de 2014

Etiopía y Egipto: ¿un nuevo reparto de las aguas del Nilo?

Ilustración: Migdad Eldikhery. Arabnews.com
El presente artículo fue publicado originalmente en la página brasileña Cenário Estratégico. 

Mario Lozano Alonso*.

Durante estos últimos meses ha aparecido en los medios de comunicación el viejo asunto de la gestión de las aguas del Nilo, un tema polémico que amenaza con agriar las frágiles relaciones diplomáticas entre Egipto y Etiopía. En el centro de la cuestión se encuentra el proyecto etíope de construcción de una megapresa en el río Abbay (Nilo Azul), afluente del Nilo, al que aporta el 86% de su caudal. Dicho megaproyecto ha alarmado a Egipto, país dependiente casi en exclusiva de las aguas del Nilo, que teme una reducción considerable del caudal de agua disponible. Algunos sectores del país llegaron a sugerir que podría producirse un conflicto armado para defender los privilegios de Egipto y Sudán sobre el del agua del Nilo, obtenidos mediante tratados firmados en el siglo XX. En cualquier caso, el conflicto ha vuelto a poner sobre la mesa de los asuntos pendientes de la comunidad internacional la necesidad de reforzar el papel de la Nile Basin Initiative (NBI) como organismo encargado de la gestión de las aguas del Nilo.

Una cuenca compleja

La cuestión del Nilo no sólo afecta a Egipto, Sudán y Etiopía. Aparte de estos tres, los países que conforman la cuenca del Nilo son Burundi, Ruanda, Tanzania, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo, Eritrea y Sudán del Sur. La cuenca supone el 10% de la superficie total del continente africano; además, como bien indica Lumumba (2007), se caracteriza porque en sólo 25 años la población de los países ribereños se duplicará, pasando de 160 a 320 millones. Dichos estados son inestables, tienen altos porcentajes de pobreza y se enfrentan a un problema de frecuentes sequías, por lo que el acceso a los recursos hídricos se ha vuelto un punto importante en sus respectivas agendas nacionales.

Cada vez son más los estados ribereños que reclaman la derogación de los viejos privilegios de Egipto y Sudán sobre las aguas del gran río. Como veremos, la construcción de una megapresa en Etiopía es el mayor desafío que se ha planteado nunca a la preeminencia egipcio-sudanesa. En cualquier caso, el asunto no es nuevo, habiendo sido siempre un tema candente en las relaciones entre Etiopía y Egipto (Erlikh, 2002).

Vista en 3D de la presa
La Gran Presa del Renacimiento Etíope

La Gran Presa del Renacimiento Etíope es un viejo sueño acariciado durante mucho tiempo por Etiopía[1], el cual se está llevando a cabo con celeridad. Sin embargo, no se construye en el cauce principal del Nilo -el Nilo Blanco, que no pasa por Etiopía-, sino en su principal tributario, el Abbay o Nilo Azul, que, además de aportar la parte del león de las aguas del Nilo, es el principal río de Etiopía. Pese a esto, hasta la fecha el aprovechamiento de sus aguas por los etíopes ha sido más bien escaso, debido a los tratados sobre la explotación de las aguas del Nilo que reparten sus aguas entre Egipto y Sudán y niegan cualquier derecho a Etiopía.

Los detalles del proyecto etíope reflejan su magnitud: la nueva presa será la mayor productora del energía de todo el continente africano con sus 6.000 MW de potencia, lo que se traduce en 15.692 GW anuales. La presa principal mide 1.780 m de ancho y 145 m de alto, mientras que la auxiliar cuenta con 4.800 m de ancho y 45 m de alto. La capacidad hídrica es igualmente impresionante: cubrirá una superficie de 1.680 km2 con nada menos que 63 billones de metros cúbicos de agua[2].

Los beneficios de la construcción de esta presa, promovida por el recientemente fallecido presidente Zenawi como la estrella de sus planes de desarrollo de infraestructuras, incluyen la creación de miles de hectáreas de cultivos de regadío tanto en Etiopía como en Sudán, además de la posibilidad de enviar la energía generada a Addis Abeba o a Jartum, la capital sudanesa, ya que ambas ciudades tienen una creciente demanda eléctrica paralela a su fuerte crecimiento demográfico.

La Presa del Renacimiento Etíope se ha convertido en un motivo de orgullo para los etíopes, que saludan la construcción de este buque insignia del desarrollismo con alborozo[3].

Los tratados del Nilo

La presa etíope violaría los acuerdos firmados durante la época colonial y poscolonial sobre el aprovechamiento de las aguas del Nilo. En el firmado en 1929 durante el dominio colonial inglés, se garantizaba a Egipto que tendría poder de decisión sobre cualquier obra que se efectuase en la cuenca, incluido el Lago Victoria. Esto suponía que si Sudán quería construir una presa en Sennar con fines irrigatorios, debía contar con el beneplácito egipcio. El reparto de aguas quedaba así: a Egipto le correspondían cada año unos 48 billones de metros cúbicos (92,3%), mientras que Sudán podía emplear 4,4 billones de metros cúbicos (el 7,7% restante) (Lumumba, 2007).

Cabría mencionar aquí que durante la época colonial el Imperio Británico llegó a sugerir al emperador Haile Selassie la construcción de una presa en el lago Tana que permitiese regular las aguas del Nilo y revolucionar el sistema de irrigación de la cuenca. El plan se atenía al sueño británico de lograr un control absoluto de toda la cuenca del Nilo, por lo que se pedía a Etiopía la cesión de la parte oeste del país al Reino Unido, algo que fue obviamente rechazado (Erlikh and Gershoni, 2000).

La construcción de la presa de Asuán en 1952 cambió el status quo. La superficie del embalse se internaba en territorio sudanés, país que acaba de independizarse, lo que hizo necesario actualizar el acuerdo de 1929[4]. Dicho nuevo reparto de las aguas del Nilo se firmó en 1959, sin que hubiera cambios en la cuota de agua correspondiente a cada país. Nuevamente no se invitó a Etiopía, país del que proceden el 86% de las aguas, ni a ningún otro estado ribereño del Nilo, envueltos en esos momentos en sus propios procesos de descolonización del Reino Unido. Este nuevo acuerdo facilitó la creación de un extenso plan de control de los recursos hídricos en ambos países mediante la construcción de multitud de presas (Mekonnen, 2010).

Una potencia emergente que necesita energía

La República Federal Etíope es desde 1995 un oasis de estabilidad si lo comparamos con el resto de países del Cuerno de África. A pesar de haber sufrido graves sequías, hambrunas asociadas a éstas y de varios conflictos militares internos –insurrecciones separatistas- y externos –guerras con Eritrea, intervencionismo militar en la descompuesta Somalia-, desde hace unos años la economía etíope crece de manera exponencial, estando entre los cinco primeros países del continente y los diez primeros del mundo que más crecen al año[5].

Con una población de más de 84.000.000 de habitantes que acaba de desbancar a Egipto del puesto de segundo país más poblado de África[6], Etiopía necesita mucha energía, y más si tenemos en cuenta que en 2001 sólo se había desarrollado el 3% del potencial hidroeléctrico del país. Por otro lado, el 83% de la población carece de acceso a la electricidad, siendo tradicional el empleo de biomasa como combustible para uso doméstico, con el consiguiente impacto medioambiental negativo (Hammond, 2013). El gabinete de Zenawi optó por un plan de construcción de centrales hidroeléctricas que permitiese al país acabar con dos problemas que tradicionalmente han lastrado su crecimiento económico: las sequías y su raquítica producción eléctrica. Para ello, se ideó un ambicioso plan de presas por toda la geografía nacional -algunas de ellas ya en marcha-, si bien la mayoría de los proyectos de ubican en la cuenca del Nilo[7].

¿Hacia una solución del problema de la cuenca del Nilo?

En este breve ensayo hemos intentado exponer la complejidad del problema de las aguas del Nilo y su gestión por parte de los países ribereños, del que la construcción de la Presa del Renacimiento  Etíope no es más que otro nuevo capítulo.

Partiendo de la base de que todos los países de la cuenca del Nilo tienen el mismo derecho a beneficiarse de la explotación de sus aguas, esto les obliga a pactar en plano de igualdad cualquier tipo de obra de gran envergadura -presas, especialmente- que quiera ejecutarse en el gran río africano, a fin de que todos puedan beneficiarse de la construcción o, al menos, que dichas infraestructuras no perjudiquen a nadie. En cualquier caso, debemos tener en cuenta la delicada situación de Egipto, Sudán y, en menor medida, Sudán del Sur, países hidrológicamente dependientes del gigante fluvial, para quienes un uso hidrológico abusivo aguas arriba podría suponer una catástrofe humana y medioambiental.

La necesidad de una gestión conjunta y controlada de las aguas del Nilo por parte de todos los países de su cuenca no es algo nuevo. Es cierto que en 1999 todos los países ribereños del Nilo crearon la Nile Bassin Initiative como organismo que había de ocuparse de dicha gestión, pero aún hoy se ciernen muchas dudas sobre su futuro, en especial porque Egipto y Sudán no están dispuestos a perder sus privilegios hidráulicos, y también por la extrema pobreza de algunos de sus miembros (Kameri-Mbote, 2005).

Además, recientemente también Uganda se ha sumado al grupo de países que reclaman su legítima parte sobre las aguas del Nilo, revitalizando un viejo proyecto de construcción de una gran presa de producción hidroeléctrica gracias a la concesión de un préstamo chino de 500 millones de dólares (Biryabarema, 2013).

Tras el golpe de estado del pasado 3 de julio, queda por ver cuál será la posición del nuevo ejecutivo egipcio, fuertemente militarizado, ante la presa etíope. Lo deseable sería que los egipcios, junto con Sudán, dejasen de esgrimir viejos privilegios obtenidos en tiempos coloniales y realizasen un acercamiento diplomático a Etiopía, ofreciendo su ayuda técnica para la ejecución del proyecto. Asimismo, debería exigirse que éste sea sostenible en términos de explotación hidráulica para los tres países, y que los beneficios de la construcción de tal proyecto sean repartidos de algún modo entre los principales afectados.

Finalmente, urge que los estados ribereños del Nilo fortalezcan el papel de la NBI a fin de que sea este organismo, y no otro u otros, quien arbitre las disputas entre los países miembros a fin de establecer un reparto equitativo de las aguas.

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Bibliografía

BIRYABAREMA, E. 2013. “China revives Uganda’s biggest power dam with $500 million credit”. Reuters [Online]. Available: http://www.reuters.com/article/2013/06/14/us-uganda-electricity-idUSBRE95D0EP20130614.

ERLIKH, Ḥ. 2002. The cross and the river: Ethiopia, Egypt, and the Nile, Lynne Rienner Publishers.

ERLIKH, Ḥ. & GERSHONI, I. 2000. The Nile: Histories, Conflicts, Myths, Lynne Rienner Publishers.

HAMMOND, M. 2013. The Grand Ethiopian Renaissance Dam and the Blue Nile: Implications for transboundary water governance.

KAMERI-MBOTE, P. 2005. From conflict to cooperation in the management of transboundary waters: The Nile experience.

LUMUMBA, P. L. O. 2007. “The Interpretation of the 1929 Treaty and its Legal Relevance and Implications for the Stability of the Region”. African Sociological Review/Revue Africaine de Sociologie, 11.

MEKONNEN, D. Z. 2010. “The Nile basin cooperative framework agreement negotiations and the adoption of a ‘Water Security’paradigm: Flight into obscurity or a logical cul-de-sac?” European Journal of International Law, 21, 421-440.

[1] No en vano, durante el siglo XX se plantearon varios proyectos de construcción de presas en el cauce del Nilo Azul, aunque ninguno de ellos llegó a ser puesto en marcha. Recomendamos la lectura de la obra de Erlikh (2002) para más información a este respecto.

[2] Los datos son consultables en la página web de la Ethiopian Electric Power Corporation, empresa responsable del desarrollo del proyecto: http://www.eepco.gov.et/abouttheproject.php?pid=1&pcatid=2, y también en la propia página web del proyecto: http://grandmillenniumdam.net/

[3] A pesar del incipiente desarrollo de internet en Etiopía, la aparición de ciberactivistas a favor de la presa es un hecho notorio. Sirvan como ejemplos la página  http://www.supportgerd.org, o diferentes grupos de usuarios en redes sociales, como el de Facebook Millenium Dam Support Group (https://www.facebook.com/groups/MilleniemDam/?hc_location=stream).

[4] Sudán obtuvo la independencia en 1956.

[5] Según el Banco Mundial, el crecimiento medio de la economía etíope es del 10,6 % anual. Datos disponibles en su web: http://www.worldbank.org/en/country/ethiopia/overview

[6] Los datos sobre la población etíope se basan en estimaciones. En este caso, hemos recogido el dato ofrecido por el The World Factbook de la CIA: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/et.html. El último censo realizado en Etiopía daba una población de 73.750.932 habitantes. Esta información es consultable en la página de la Central Statistical Agency etíope: http://www.csa.gov.et/

[7] Dicho plan es consultable en la página web de la Ethiopian Electric Power Corporation: http://www.eepco.gov.et/projectcat.php?pcatid=2

* Doctorando en Historia por la Universidad de León






13 de marzo de 2014

Se publica por primera vez en español la obra completa de Pedro Páez "Historia de Etiopía"


Hoy ha salido en ABC una buena noticia sobre el legado de Pedro Páez Jaramillo, el jesuita español que fue el primer europeo en ver las fuentes del Nilo Azul (Abbay, en amhárico). Bien merecedor de una (o varias) entradas en este blog, de momento sólo podemos felicitarnos porque su excepcional História da Etiópia, editada originalmente en portugués -no hay que olvidar que Páez formaba parte de una expedición jesuítica que partió de la colonia de Goa, un enclave portugués en la India- ha sido finalmente editada íntegramente en español.
Portada del libro
No es el primer intento de publicación de esta obra, olvidada durante siglos hasta que Javier Reverte la utilizase para narrar la historia de Páez en su libro Dios, el diablo y la aventura. En 2009, la Fundación El Legado Andalusí intentó sacar una edición bastante asequible de precio de la magna obra de Páez; sin embargo, sólo se llegó a publicar el primer volumen, que contenía los dos primeros libros. Faltaban, pues, el resto de libros (III y IV) que, sin embargo, nunca salieron a la luz por los recortes de la crisis. 

A falta de poder revisar el libro, sea como fuere es una noticia espléndida para los maltrechos estudios etiópicos en particular, y para el africanismo español en general. Para poder desarrollar correctamente ambas disciplinas, es importante disponer de materiales traducidos que faciliten la creación de nuevos trabajos científicos. El libro puede adquirirse en la página web de la editorial, o en Amazon a partir del 17 de marzo.

Debemos felicitar a Ediciones del Viento, la empresa que se ha decidido a publicarlo, y a la autora, la traductora Juana Inarejos, por apostar por un campo de estudios por el que pocos darían la cara. Que sea enhorabuena.

Historia de Pedro Páez, el español que llegó en 1613 a las fuentes del Nilo Azul

Lea la noticia en ABC.

Entre los cientos de exploradores y aventureros que la historia de España puede mostrar con orgullo, pocos son comparables a Pedro Páez, un misionero jesuita, madrileño por el mundo en el siglo XVII, nacido en 1564 en la pequeña localidad de Olmeda de las Fuentes. Fue el primer europeo en beber café y documentarlo, el primer occidental en llegar a las fuentes del Nilo Azul (ni siquiera hemos defendido este logro suyo frente a lo que dice la historia oficial, que concede el «descubrimiento», cómo no, a un anglosajón, James Bruce, que llegó al mismo lugar 152 años más tarde) y el primero en muchas más cosas.

Da que pensar que aquel adelantado que llegó a las fuentes del Nilo Azul hallara también allí manantiales para tanto olvido, puesto que hemos oído hablar tan poco de sus logros. Solo recientemente ha sido reivindicado en toda su dimensión, por escritores como Javier Reverte, que lo descubrió casi por casualidad y narró su historia en el libro «Dios, el Diablo y la aventura». Uno de los datos más elocuentes de lo lejos que hemos estado de hacer justicia a su memoria es que la gran obra de Páez estaba inédita en español. La «Historia de Etiopía», libro germinal para la literatura científica e histórica, permanece con una vigencia intacta porque lo escribió un hombre de honda cultura y afán incansable de contrastar la verdad.

Así lo recuerda Javier Reverte, en una conversación con ABC: «Los ingleses lo valoran como un antecedente de Darwin porque es un libro de alto contenido científico. Dice el propio Pedro Páez en el prólogo del libro que ningún dato de los que aparecen es invención, sino que, o bien lo ha visto, o bien lo ha preguntado a dos o tres personas al menos. Sus fuentes son absolutamente comprobadas, y hay que pensar lo que era eso en 1620, todo un antecedente del periodismo y la ciencia modernos».

Pero, ¿cómo llegó a Etiopía este jesuita intrépido? Todo en su vida es aventura, algo que le llevaría a un cautiverio cervantino. Nacido, como decíamos en Olmeda de las Fuentes (llamado Olmeda de las Cebollas en el siglo XVI), estudió en Coimbra, cuando Felipe II había aunado las Coronas portuguesa y española. Allí ingresó en la Compañía de Jesús. Pronto destacó por su gran cultura y espíritu, así como por su talento para los idiomas.

Vendido como esclavo

A medida que el imperio crecía con nuevos horizontes, un «ejército» de misioneros era enviado para la evangelización de las nuevas tierras. En ese contexto Páez viajó a Goa, en la India. El destino que ya nunca le permitió regresar a España le tenía preparada una revuelta grave e inesperada. Desde Goa partió hacia Etiopía, acompañado del padre Antonio de Montserrat, pero en el camino ambos fueron capturados por los árabes. Inmediatamente fueron vendidos como esclavos a los turcos y permanecieron cautivos casi siete interminables años.

Primero fueron galeotes de la armada turca, dos espíritus refinados jugándose la vida en cada embate de remos. Luego atravesaron a pie la desolación de lo que hoy es Yemen y Arabia Saudí, por desiertos de los que hasta entonces nadie había oído hablar en Occidente y que tardaría en pisar otro europeo. Arrastraban pesadas cadenas por las arenas ardientes y se escondían en subterráneos que el sol recalentaba como hornos. Las insolaciones les producían delirios y minaban su salud.

Los espías de Felipe II

Felipe II tuvo noticia de este cautiverio -España poseía buenísimos espías además de exploradores- y ordenó que fueran rescatados. Volvieron a Goa, aunque Antonio de Montserrat murió al poco de regresar. Páez jamás se rendiría y decidió volver a Etiopía después de todo. Allí realizó su obra evangélica y científica. Empezó poco a poco, debatiendo con teólogos coptos ortodoxos, y acabó convirtiendo al catolicismo a dos emperadores con oficio prudente y con la política de aprender de los habitantes. Etiopía era el único país de áfrica con lengua escrita, el amárico y con otro idioma antiguo, como nuestro latín, que era el ge’ez. Y por si fuera poco sumar esos dos idiomas a todos los que hablaba, desde el árabe al turco y el latín, se convirtió en constructor de palacios platerescos, prudente consejero...

«Páez había visto un libro de un franciscano que hablaba de Etiopía mentando unicornios y fantasías, y contestó con su gran obra de cuatro tomos, que hizo como información fidedigna para los jesuitas», relata Javier Reverte. Se copió la obra y quedó un ejemplar en el Vaticano y otro en la Universidad de Braga, hasta la edición portuguesa de 1945. Hoy, Eduardo Riestra, de Ediciones del Viento, ha puesto fin a este olvido sobre un hombre que, según Reverte, «si fuera inglés sería un mito, como Livinston, y es parte de nuestra historia, un gran hito de la exploración y una figura histórica intocable».

Páez era un hombre de gran humildad, que conservó incluso mientras caminaba entre reyes. Al ver las fuentes del Nilo Azul escribió: «Y confieso que me alegré de ver lo que tanto desearon ver antiguamente el rey Ciro y su hijo Cambises, el gran Alejandro y el famoso Julio César». En su historia reproduce, por ejemplo, la afectuosa correspondencia entre Felipe II y el emperador etíope, al que pedía el mejor trato para los misioneros que habían convertido un nuevo reino al catolicismo.

Páez está enterrado entre las ruinas de su palacio, que son las de su tiempo. Su obra acaba de cobrar vida para los lectores españoles. Con casos como este en España descubrimos que no es la envidia nuestro pecado nacional, sino el olvido.