14 de marzo de 2014

Etiopía y Egipto: ¿un nuevo reparto de las aguas del Nilo?

Ilustración: Migdad Eldikhery. Arabnews.com
El presente artículo fue publicado originalmente en la página brasileña Cenário Estratégico. 

Mario Lozano Alonso*.

Durante estos últimos meses ha aparecido en los medios de comunicación el viejo asunto de la gestión de las aguas del Nilo, un tema polémico que amenaza con agriar las frágiles relaciones diplomáticas entre Egipto y Etiopía. En el centro de la cuestión se encuentra el proyecto etíope de construcción de una megapresa en el río Abbay (Nilo Azul), afluente del Nilo, al que aporta el 86% de su caudal. Dicho megaproyecto ha alarmado a Egipto, país dependiente casi en exclusiva de las aguas del Nilo, que teme una reducción considerable del caudal de agua disponible. Algunos sectores del país llegaron a sugerir que podría producirse un conflicto armado para defender los privilegios de Egipto y Sudán sobre el del agua del Nilo, obtenidos mediante tratados firmados en el siglo XX. En cualquier caso, el conflicto ha vuelto a poner sobre la mesa de los asuntos pendientes de la comunidad internacional la necesidad de reforzar el papel de la Nile Basin Initiative (NBI) como organismo encargado de la gestión de las aguas del Nilo.

Una cuenca compleja

La cuestión del Nilo no sólo afecta a Egipto, Sudán y Etiopía. Aparte de estos tres, los países que conforman la cuenca del Nilo son Burundi, Ruanda, Tanzania, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo, Eritrea y Sudán del Sur. La cuenca supone el 10% de la superficie total del continente africano; además, como bien indica Lumumba (2007), se caracteriza porque en sólo 25 años la población de los países ribereños se duplicará, pasando de 160 a 320 millones. Dichos estados son inestables, tienen altos porcentajes de pobreza y se enfrentan a un problema de frecuentes sequías, por lo que el acceso a los recursos hídricos se ha vuelto un punto importante en sus respectivas agendas nacionales.

Cada vez son más los estados ribereños que reclaman la derogación de los viejos privilegios de Egipto y Sudán sobre las aguas del gran río. Como veremos, la construcción de una megapresa en Etiopía es el mayor desafío que se ha planteado nunca a la preeminencia egipcio-sudanesa. En cualquier caso, el asunto no es nuevo, habiendo sido siempre un tema candente en las relaciones entre Etiopía y Egipto (Erlikh, 2002).

Vista en 3D de la presa
La Gran Presa del Renacimiento Etíope

La Gran Presa del Renacimiento Etíope es un viejo sueño acariciado durante mucho tiempo por Etiopía[1], el cual se está llevando a cabo con celeridad. Sin embargo, no se construye en el cauce principal del Nilo -el Nilo Blanco, que no pasa por Etiopía-, sino en su principal tributario, el Abbay o Nilo Azul, que, además de aportar la parte del león de las aguas del Nilo, es el principal río de Etiopía. Pese a esto, hasta la fecha el aprovechamiento de sus aguas por los etíopes ha sido más bien escaso, debido a los tratados sobre la explotación de las aguas del Nilo que reparten sus aguas entre Egipto y Sudán y niegan cualquier derecho a Etiopía.

Los detalles del proyecto etíope reflejan su magnitud: la nueva presa será la mayor productora del energía de todo el continente africano con sus 6.000 MW de potencia, lo que se traduce en 15.692 GW anuales. La presa principal mide 1.780 m de ancho y 145 m de alto, mientras que la auxiliar cuenta con 4.800 m de ancho y 45 m de alto. La capacidad hídrica es igualmente impresionante: cubrirá una superficie de 1.680 km2 con nada menos que 63 billones de metros cúbicos de agua[2].

Los beneficios de la construcción de esta presa, promovida por el recientemente fallecido presidente Zenawi como la estrella de sus planes de desarrollo de infraestructuras, incluyen la creación de miles de hectáreas de cultivos de regadío tanto en Etiopía como en Sudán, además de la posibilidad de enviar la energía generada a Addis Abeba o a Jartum, la capital sudanesa, ya que ambas ciudades tienen una creciente demanda eléctrica paralela a su fuerte crecimiento demográfico.

La Presa del Renacimiento Etíope se ha convertido en un motivo de orgullo para los etíopes, que saludan la construcción de este buque insignia del desarrollismo con alborozo[3].

Los tratados del Nilo

La presa etíope violaría los acuerdos firmados durante la época colonial y poscolonial sobre el aprovechamiento de las aguas del Nilo. En el firmado en 1929 durante el dominio colonial inglés, se garantizaba a Egipto que tendría poder de decisión sobre cualquier obra que se efectuase en la cuenca, incluido el Lago Victoria. Esto suponía que si Sudán quería construir una presa en Sennar con fines irrigatorios, debía contar con el beneplácito egipcio. El reparto de aguas quedaba así: a Egipto le correspondían cada año unos 48 billones de metros cúbicos (92,3%), mientras que Sudán podía emplear 4,4 billones de metros cúbicos (el 7,7% restante) (Lumumba, 2007).

Cabría mencionar aquí que durante la época colonial el Imperio Británico llegó a sugerir al emperador Haile Selassie la construcción de una presa en el lago Tana que permitiese regular las aguas del Nilo y revolucionar el sistema de irrigación de la cuenca. El plan se atenía al sueño británico de lograr un control absoluto de toda la cuenca del Nilo, por lo que se pedía a Etiopía la cesión de la parte oeste del país al Reino Unido, algo que fue obviamente rechazado (Erlikh and Gershoni, 2000).

La construcción de la presa de Asuán en 1952 cambió el status quo. La superficie del embalse se internaba en territorio sudanés, país que acaba de independizarse, lo que hizo necesario actualizar el acuerdo de 1929[4]. Dicho nuevo reparto de las aguas del Nilo se firmó en 1959, sin que hubiera cambios en la cuota de agua correspondiente a cada país. Nuevamente no se invitó a Etiopía, país del que proceden el 86% de las aguas, ni a ningún otro estado ribereño del Nilo, envueltos en esos momentos en sus propios procesos de descolonización del Reino Unido. Este nuevo acuerdo facilitó la creación de un extenso plan de control de los recursos hídricos en ambos países mediante la construcción de multitud de presas (Mekonnen, 2010).

Una potencia emergente que necesita energía

La República Federal Etíope es desde 1995 un oasis de estabilidad si lo comparamos con el resto de países del Cuerno de África. A pesar de haber sufrido graves sequías, hambrunas asociadas a éstas y de varios conflictos militares internos –insurrecciones separatistas- y externos –guerras con Eritrea, intervencionismo militar en la descompuesta Somalia-, desde hace unos años la economía etíope crece de manera exponencial, estando entre los cinco primeros países del continente y los diez primeros del mundo que más crecen al año[5].

Con una población de más de 84.000.000 de habitantes que acaba de desbancar a Egipto del puesto de segundo país más poblado de África[6], Etiopía necesita mucha energía, y más si tenemos en cuenta que en 2001 sólo se había desarrollado el 3% del potencial hidroeléctrico del país. Por otro lado, el 83% de la población carece de acceso a la electricidad, siendo tradicional el empleo de biomasa como combustible para uso doméstico, con el consiguiente impacto medioambiental negativo (Hammond, 2013). El gabinete de Zenawi optó por un plan de construcción de centrales hidroeléctricas que permitiese al país acabar con dos problemas que tradicionalmente han lastrado su crecimiento económico: las sequías y su raquítica producción eléctrica. Para ello, se ideó un ambicioso plan de presas por toda la geografía nacional -algunas de ellas ya en marcha-, si bien la mayoría de los proyectos de ubican en la cuenca del Nilo[7].

¿Hacia una solución del problema de la cuenca del Nilo?

En este breve ensayo hemos intentado exponer la complejidad del problema de las aguas del Nilo y su gestión por parte de los países ribereños, del que la construcción de la Presa del Renacimiento  Etíope no es más que otro nuevo capítulo.

Partiendo de la base de que todos los países de la cuenca del Nilo tienen el mismo derecho a beneficiarse de la explotación de sus aguas, esto les obliga a pactar en plano de igualdad cualquier tipo de obra de gran envergadura -presas, especialmente- que quiera ejecutarse en el gran río africano, a fin de que todos puedan beneficiarse de la construcción o, al menos, que dichas infraestructuras no perjudiquen a nadie. En cualquier caso, debemos tener en cuenta la delicada situación de Egipto, Sudán y, en menor medida, Sudán del Sur, países hidrológicamente dependientes del gigante fluvial, para quienes un uso hidrológico abusivo aguas arriba podría suponer una catástrofe humana y medioambiental.

La necesidad de una gestión conjunta y controlada de las aguas del Nilo por parte de todos los países de su cuenca no es algo nuevo. Es cierto que en 1999 todos los países ribereños del Nilo crearon la Nile Bassin Initiative como organismo que había de ocuparse de dicha gestión, pero aún hoy se ciernen muchas dudas sobre su futuro, en especial porque Egipto y Sudán no están dispuestos a perder sus privilegios hidráulicos, y también por la extrema pobreza de algunos de sus miembros (Kameri-Mbote, 2005).

Además, recientemente también Uganda se ha sumado al grupo de países que reclaman su legítima parte sobre las aguas del Nilo, revitalizando un viejo proyecto de construcción de una gran presa de producción hidroeléctrica gracias a la concesión de un préstamo chino de 500 millones de dólares (Biryabarema, 2013).

Tras el golpe de estado del pasado 3 de julio, queda por ver cuál será la posición del nuevo ejecutivo egipcio, fuertemente militarizado, ante la presa etíope. Lo deseable sería que los egipcios, junto con Sudán, dejasen de esgrimir viejos privilegios obtenidos en tiempos coloniales y realizasen un acercamiento diplomático a Etiopía, ofreciendo su ayuda técnica para la ejecución del proyecto. Asimismo, debería exigirse que éste sea sostenible en términos de explotación hidráulica para los tres países, y que los beneficios de la construcción de tal proyecto sean repartidos de algún modo entre los principales afectados.

Finalmente, urge que los estados ribereños del Nilo fortalezcan el papel de la NBI a fin de que sea este organismo, y no otro u otros, quien arbitre las disputas entre los países miembros a fin de establecer un reparto equitativo de las aguas.

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Bibliografía

BIRYABAREMA, E. 2013. “China revives Uganda’s biggest power dam with $500 million credit”. Reuters [Online]. Available: http://www.reuters.com/article/2013/06/14/us-uganda-electricity-idUSBRE95D0EP20130614.

ERLIKH, Ḥ. 2002. The cross and the river: Ethiopia, Egypt, and the Nile, Lynne Rienner Publishers.

ERLIKH, Ḥ. & GERSHONI, I. 2000. The Nile: Histories, Conflicts, Myths, Lynne Rienner Publishers.

HAMMOND, M. 2013. The Grand Ethiopian Renaissance Dam and the Blue Nile: Implications for transboundary water governance.

KAMERI-MBOTE, P. 2005. From conflict to cooperation in the management of transboundary waters: The Nile experience.

LUMUMBA, P. L. O. 2007. “The Interpretation of the 1929 Treaty and its Legal Relevance and Implications for the Stability of the Region”. African Sociological Review/Revue Africaine de Sociologie, 11.

MEKONNEN, D. Z. 2010. “The Nile basin cooperative framework agreement negotiations and the adoption of a ‘Water Security’paradigm: Flight into obscurity or a logical cul-de-sac?” European Journal of International Law, 21, 421-440.

[1] No en vano, durante el siglo XX se plantearon varios proyectos de construcción de presas en el cauce del Nilo Azul, aunque ninguno de ellos llegó a ser puesto en marcha. Recomendamos la lectura de la obra de Erlikh (2002) para más información a este respecto.

[2] Los datos son consultables en la página web de la Ethiopian Electric Power Corporation, empresa responsable del desarrollo del proyecto: http://www.eepco.gov.et/abouttheproject.php?pid=1&pcatid=2, y también en la propia página web del proyecto: http://grandmillenniumdam.net/

[3] A pesar del incipiente desarrollo de internet en Etiopía, la aparición de ciberactivistas a favor de la presa es un hecho notorio. Sirvan como ejemplos la página  http://www.supportgerd.org, o diferentes grupos de usuarios en redes sociales, como el de Facebook Millenium Dam Support Group (https://www.facebook.com/groups/MilleniemDam/?hc_location=stream).

[4] Sudán obtuvo la independencia en 1956.

[5] Según el Banco Mundial, el crecimiento medio de la economía etíope es del 10,6 % anual. Datos disponibles en su web: http://www.worldbank.org/en/country/ethiopia/overview

[6] Los datos sobre la población etíope se basan en estimaciones. En este caso, hemos recogido el dato ofrecido por el The World Factbook de la CIA: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/et.html. El último censo realizado en Etiopía daba una población de 73.750.932 habitantes. Esta información es consultable en la página de la Central Statistical Agency etíope: http://www.csa.gov.et/

[7] Dicho plan es consultable en la página web de la Ethiopian Electric Power Corporation: http://www.eepco.gov.et/projectcat.php?pcatid=2

* Doctorando en Historia por la Universidad de León






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